La vida compleja, más antigua de lo que pensábamos
- Álvaro F. M.
- 23 jun 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 24 jun 2020
El Ediacárico: Un periodo remoto y olvidado

Poco se habla y es ciertamente escasa la información que tenemos acerca de la vida en el periodo ediacárico, frecuentemente eclipsado por su sucesor, el Cámbrico, famoso por producir una inmensa cantidad y variedad de organismos en el fenómeno conocido como la explosión cámbrica. Esta explosión de biodiversidad, ocurrida hace 541 millones de años, daría lugar a los predecesores de los animales modernos.
Sin embargo, el registro fósil anterior a la explosión cámbrica es relativamente escaso, ya que los organismos carecerían de partes duras como exoesqueletos o caparazones, dificultando la conservación de sus fósiles. A este problema se le suma la gran antigüedad de las rocas, sometidas a cientos de millones de años de cambios, deformaciones y transformaciones, lo que limita aún más nuestra capacidad para interpretar las pistas sobre este misterioso período.
Un viejo océano sobre las colinas de Australia
No obstante, durante los últimos años se ha podido identificar el período Ediacárico como el posible origen de la vida pluricelular compleja en la Tierra, sirviendo de nexo entre un planeta originalmente dominado por seres microscópicos y un planeta rebosante de grandes animales complejos como el que conocemos hoy en día. En 1946, el geólogo australiano Reginald Sprigg descubrió en las montañas de Ediacara unos extraños fósiles similares a lo que podría ser una medusa, sin embargo, el yacimiento era millones de años más antiguo que los organismos complejos más primitivos conocidos hasta el momento. Por este motivo, su descubrimiento fue inicialmente recibido con gran escepticismo, ya que se asumía que el origen de la vida compleja en la Tierra dataría de la explosión cámbrica ya mencionada (541 m.a.). A pesar de ello, los descubrimientos de Sprigg abrieron paso a nuevos hallazgos de restos fósiles de hasta 575 millones de años de antigüedad.
Avalon: Otra explosión de vida
Sorprendentemente, nos encontraríamos ante una gran explosión de biodiversidad incluso más antigua que la famosa explosión cámbrica, y con un nombre que recordaría más bien a algún relato legendario: “La explosión de Avalon”. Este acontecimiento se produjo en pleno período ediacárico, dando lugar a enigmáticas criaturas, como Kimberella (similar a un molusco), Haootia (probablemente precursor de los cnidarios) o Dickinsonia (posiblemente uno de los primeros animales complejos), y otros tan extraños como Tribrachidium, con curiosamente tres ejes de simetría.
Gran parte de la vida ediacárica ha sido tradicionalmente difícil de clasificar, y es complicado interpretar el registro fósil de este período para trazar líneas de semejanza con los organismos actuales.
Tras la pista del ecosistema

¿Cómo es posible que pudieran aparecer organismos complejos en un ambiente donde la vida era esencialmente microscópica? Si bien nuestro conocimiento sobre este período es limitado, es probable que el auge de la vida macroscópica pudiera verse favorecido por aumentos de la temperatura y el oxígeno atmosféricos, teniendo en cuenta que la Tierra se estaba recuperando de un largo período de glaciación global, el Criogénico (720-635 m.a.). Los fenómenos geológicos que provocaron esta superglaciación son otro tema fascinante, pero de momento nos centraremos en lo que ocurrió después. La floración de cianobacterias tras la retirada de los glaciares fue un factor determinante para la producción de oxígeno a nivel global, aunque la disponibilidad de nutrientes pudo jugar también un papel significativo en la explosión de Avalon.
Con respecto a las condiciones ambientales, recientemente se ha publicado un estudio basado en el análisis de biomarcadores en sedimentos que contenían macrofósiles ediacáricos, sugiriendo que los organismos de este período se desarrollaron en un ambiente rico en nutrientes y con abundancia de algas, similar al que posteriormente condicionó la explosión cámbrica.
Para estimar las condiciones del ecosistema ediacárico, dicho estudio comparó las concentraciones de hopanos (asociados a bacterias) y esteranos (asociados principalmente a algas) en los sedimentos analizados. La relación entre estos dos biomarcadores a lo largo del tiempo, indica que este periodo dio comienzo a una importante proliferación de algas y otros eucariotas, reduciendo la hegemonía de las bacterias en la Tierra y dando paso a nuevas formas de vida.
A la cuestión de cómo surgió la explosión de Avalon se le suma la de cómo se produjo la extinción masiva de estos organismos. Algunas hipótesis proponen que la fauna ediacárica se extinguió como consecuencia de la aparición de los grandes depredadores del Cámbrico, un descenso en los niveles de oxígeno u otros cambios geoquímicos en el ambiente a los que estas criaturas no pudieron adaptarse.
¿Por qué el Ediacárico debería interesarnos?
Para hacernos una idea de lo poco que se ha estudiado este periodo, debemos recordar que el Ediacárico no fue reconocido como período geológico por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas hasta el año 2004, y la hipótesis de la “explosión de Avalon” fue propuesta unos años más tarde por paleontólogos de Virginia Tech, en 2008. Desde el descubrimiento de los primeros fósiles ediacáricos a mediados del siglo pasado, la observación de estos organismos ha supuesto un importante cambio en lo que asumíamos sobre la vida compleja pluricelular. En los últimos años, el análisis de biomarcadores ha sido una herramienta útil para caracterizar los organismos ediacáricos y su entorno, y a medida que vayamos obteniendo más información sobre el estado de la Tierra hace más de 541 millones de años, mejoraremos nuestra comprensión de la vida compleja y la historia de nuestro planeta.
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